Estos castillos
de ladrillo cenizo
me acorralan
todo el tiempo
y me creo que
existen.
Trato de
alcanzar a ver su inexistente altura
y me confundo
con los otros castillos;
todos verdes,
azules, morados,
rojos, celestes,
amarillos.
El mío es
cenizo,
y con cualquier soplido se derrumba.
Hay un príncipe que siempre lo vuelve a armar.
Él tiene mucha paciencia, yo no quiero que lo arme
y lo arma cuantas veces se derrumba.
Su castillo no tiene color porque es mi reflejo.
¿De qué alma gris podrá salir algo de color?
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